lunes, 2 de febrero de 2009

Simone Weil


Hoy, 3 de febrero, hace 100 años, en París, nació Simone Weil. Es difícil referirse a una persona tan excepcional como ella. Primero porque no sabes qué elegir contar de su vida o de su obra, ya que todo es apasionante. Segundo porque al pensar en ella te das cuenta que sólo vivió 34 años y que a quien admiras de manera casi ejemplar es ya más joven que tú. Y tercero y, sobre todo, porque recordarla emociona.
Conocí a Simone Weil en 1994, cuando estudiaba filosofía en la Universidad de Middlesex, Londres, en mi año de Erasmus. La profesora de Filosofía Feminista la incluyó en su repaso por las filósofas omitidas, aunque memorables. Me gustó de ella su compromiso con la experiencia, su idea de que no se podía hablar de las cosas sin haberlas padecido, lo que le llevó a abandonar la docencia para irse primero a trabajar en una cadena de producción a la fábrica Renault y luego para incorporarse a filas en el frente republicano en España.

Simone consideraba que la ciencia social debía servir "para llegar a saber qué sociedad resultaría menos opresiva en unas condiciones dadas", por lo que la primera tarea consistía en conocer las causas de la opresión social. Padecer en la propia carne la opresión era el mejor modo de comprenderla: "Lo que he sufrido allí me ha marcado de una forma tan duradera, que aún hoy, cuando un ser humano, sea el que fuere y en cualquier circunstancia, me habla sin brutalidad, tengo la impresión, y no puedo remediarlo, de que hay un error y de que, desgraciadamente, ese error no tardará en disiparse. Allí he sido marcada, y para siempre, con la impronta de la esclavitud".
Esto escribía Simone tras el año en la fábrica. La experiencia de la guerra fue mucho peor y enseguida se dio cuenta de que la guerra y las necesidades que genera prevalecen sobre las aspiraciones que a través de ella se han querido defender.
Pero no voy a insistir aquí en la fuerza de sus reflexiones, sino sólo recordar y reivindicar su método: experiencia y escritura.
Simone, como profesora, animaba a sus alumnas, tal y como cuenta Simone Pétrement en su libro "Vida de Simone Weil", a que escribieran lo que se les ocurriera. Les aconsejaba "que escribieran lo que veían, por ejemplo, una mujer que bosteza". Pura etnografía.

Y para terminar tres cosas: una reivindicación, una identificación y un parecido.
-Reivindico la reivindicación al cuidado del otro que recoge la obra de Weil y que la directora del documental sobre Weil "An Interview with Simone Weil" ha recogido como declaración de principios:"la atención es la forma más rara y pura de generosidad".
-Me identifico con Simone Weil en su deseo infantil de ser niño. A ella le llamaban Simon, a mí "txo". ¿Cuánto tiempo más querrán las niñas ser niños?
-Simone Weil se parece a Marta. Las dos bellas e inteligentes filósofas. Un beso para Marta.
(Y ¿quizás también a Nuria? otro beso para Nuria y su recién llegado retoño)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante entrada. Te sigo y te resigo. Estas en mi blogroll.

Anónimo dijo...

Muy bueno, lo escrito, el ejemplo de Simone es maravilloso.
Saludos.